¿Qué le llevó a interesarse por Anna Magnani?
En 2011, dirigí un documental sobre la historia de la Italia unificada. Tuve que hacer elecciones para contar 150 años de historia en dos horas y, desde el principio, la escena de la muerte del personaje de Anna Magnani en Roma, città aperta (Roma, ciudad abierta) se presentó como un punto de ruptura imprescindible. Quise conocerla mejor e intentar comprender las causas de su genialidad.
¿Qué es lo que más le impacta de su figura?
El equilibrio entre su instinto casi animal y su técnica, que proceden de un aprendizaje muy prolongado en el teatro. El neorrealismo utilizaba actores no profesionales y ella era como esos actores a pesar de ser una actriz profesional. En el teatro, había aprendido a domar la escena, a los demás actores y al público, haciéndole reír o llorar a su antojo.
¿De dónde procedía la fuerza de su carácter?
De su infancia. Nunca conoció a su padre y pasó muy poco tiempo con su madre. Toda su vida y su carrera podrían interpretarse como una búsqueda de amor. Este dolor obliga a un niño a encontrar su lugar en el mundo. Tuvo que aprender a desconfiar, a desarrollar un instinto de defensa que le fue útil pero que también le hizo la vida más difícil.